Opinión

Quiero ser vulcaniano.

Por: Rubén Iñiguez

En la antigua Roma, existía un personaje conocido como Vulcano, que en (en latín se escribe, Volcānus, Volchanus, Volkanus), es el dios romano del fuego, además de patrón de los oficios relacionados con los hornos en la religión de la Antigua Roma. Pertenece a la fase más antigua de la religión griega; de hecho, Marco Terencio Varrón señaló, citando los Annales pontificum, que el rey Tito Tacio había dedicado altares a una serie de divinidades entre las que se encontraba Vulcano.

Muchos años después, se investigó sobre el hipotético planeta que algunos astrónomos creyeron descubrir, entre 1860 y 1916, desplazándose por una órbita interior a la de Mercurio, lo que le convertía en el planeta más cercano al Sol. El origen de la búsqueda de Vulcano tuvo una motivación similar a la del descubrimiento de Neptuno: La existencia de unas desviaciones en la órbita de Mercurio hicieron sospechar que, al igual que ocurría con Urano, éstas se pudieran deber a las perturbaciones producidas por un planeta intramercurial al que se bautizó con el nombre de Vulcano, el dios del fuego. La búsqueda del planeta desconocido se saldó con el anuncio de varios avistamientos, aunque en ningún caso pudieron ser confirmados ni se pudo calcular su órbita, condiciones indispensables para que la existencia de un nuevo astro pudiera ser aceptada por la comunidad astronómica.

Para el año de 1966, regresó esta idea del planeta Vulcano, pero a la ciencia ficción, con la primera serie de televisión, que habla del universo de Star Trek, planeta de origen de los vulcanianos, primera raza en establecer contacto con los humanos, y cofundadores con ellos de la Federación de Planetas Unidos. El más significativo vulcaniano es el Señor Spock, oficial científico de la primera misión de la Nave Estelar Enterprise.

Fue tan exitosa la serie de Star Treak, (Viaje a las Estrellas) que aun en nuestros días, somos muchos fans los que seguimos dicha serie. Por lo tanto, he decidido aprovechar la modernidad que distingue a Jalisco, y quiero solicitar que en mi acta de nacimiento se me reconozca la condición y calidad de ser vulcaniano.

Todo se deriva de la “percepción subjetiva-psicológica” dentro de cada individuo, y por tanto de esa concepción, elegida como condición de vida, la morfología y la fisiología salen sobrando, en el momento de determinar una nueva condición. Por consecuencia, elijo ser vulcaniano, pues desde niño soñaba con tener navecitas espaciales.

No he averiguado cuantos sexos existen en el extinto planeta vulcano, que fue destruido por el iracundo Khan. Pero si actualmente tenemos más por elegir, esto se deriva de la percepción personal, cada uno puede verse como lo que quiera ser.

Un derecho que se gana con la modernidad, aunque sea un tanto absurdo, pero a mí me gusta la condición de ser vulcaniano, me gusta el saludo del señor Spock, el vulcaniano “Larga vida y prosperidad” con cuatro dedos abiertos en “v” que nos colocan en consonancia planetaria.

Narra Agustín Laje, un experto de estos temas, que, en Argentina, las nuevas concesiones de derecho, de determinación de género y de relación, autorizaron a un ciudadano argentino a enamorarse de un puente, incluso tanto que llegó a solicitar en el registro civil de su país que le concedieran un extremo del puente, dado que no tiene manos.

El asunto se realizó, se cumplió el derecho del ciudadano, su suposición de amor al pedazo de concreto con una concreta acta matrimonial, y nosotros pensando que en Jalisco éramos los más avanzados. Incluso declaró para las notas publicitadas que era tan romántico su puente, que lograba placeres extremos en su compañía, llegando a descripciones eróticas.
No estoy enamorado de ningún puente. Pero quiero ser vulcaniano. Claro, los limitados dirán que eso rebasa el espacio geográfico del planeta y que probablemente no exista. Pero para los treakies, es una idea fenomenal.

¿Es válido?, no me pongan límites, dado que los Registros Civiles, que hoy celebra Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco, pueden conceder esa condición. Si un humano se revisa morfológicamente, y encuentra que su deseo es diferente al del orden naturalmente establecido por el Creador, actualmente tiene derecho de modificar ante la ley, para ser reconocido ante los demás, por su nueva condición, su nuevo género. Pensar luego existir. “no imaginaba Descartes, hasta dónde llegaría su memorable frase”

Entonces, yo puedo ser vulcaniano. Pues si yo me percibo subjetivamente en mi mente así, tengo derecho a que el Estado me proporcione medios para que me alarguen las orejas, y terminen en punta, como el Comandante Spock. Si salía en la tele, es un imperativo categórico autónomo, capaz de regir la vida humana, en todas sus manifestaciones, aunque Star Treak, haya nacido en la pantalla chica.

También tengo derecho a obligar al Estado a que me dé la oportunidad de estudiar, de hecho, fueron algunas universidades canadienses y estadounidenses las que cimentaron esa modificación ideológica y luego jurídica, de esos cambios que hoy festejamos con el Gobernador Jalisciense tan avanzado que tenemos.

Que me envíen a California, para estudiar algún curso sobre Vulcano y su historia, sobre la vida y las condiciones que las ficciones han determinado para que Spock sea como se ve. Esos lujos de maestrías en temas de ciencia ficción, tal vez por ser literatura o porque la oferta es tan basta que todo se vale.
Porque lo import
a ahora, es como se ve, no como se es. También no me vendría mal un subsidio si tengo que apoyar mi nueva identidad planetaria mediante el consumo de fármacos u hormonas, pues mi voz podría no sonar vulcaniana, y, dicho sea de paso, Spock es lampiño, por lo que algo tenemos que hacer con mi barba y bigote de capitán Barba Negra.

Comprendo la importancia de los que desean registrarse ya como personas “Trans”, aunque no sean exo-planetarios. Es momento de aprovechar este gran avance, y no de limitarnos por las tradiciones y viejas costumbres.

Viaje a las estrellas en sus nueve series y ciclos de películas nos dejaron claro que puedes ser Romulano, Klingon, Vulcaniano, y otras minorías del espacio, así que será mejor que anotemos la fecha espacial de hoy y en la bitácora del capitán Kirk, aparezca, que un terrícola aspira a ser vulcaniano.

No seamos aburridos, pronto tendrá la humanidad una colonia en Marte, cuyas condiciones dicen son superadas por el municipio de Jalisco que lleva por nombre, Tlajomulco de Zúñiga, capital original del partido Movimiento Ciudadano, que sin duda rebasa a cualquier otro planeta en materia de contaminación y alteración climática.

La conquista de la luna, aunque lo duda Elenita Álvarez Bullya, la tiranita del CONACYT, fue un hecho y seguiremos adelante.
No sabemos si haya Decepticons en el lado oscuro. Un acta de nacimiento del planeta en que aspiro, debe tener valor legal, si alguien quiere ser Birdman, o Batman, o Bubble Bee, están en todo su derecho.

Por ello, nos sumamos a reconocer al Señor Alfaro. Vetarnos es quitar el derecho a la igualdad universal, a la que todos aspiramos. Es tan Alfaro- guerrero, que el planeta rojo lo preside, y pasa la vida aplicando botones del juicio final, toques de encierro, armagedones y caos del universo y alianzas con la Federación de Planetas para darle en la torre al emperador del universo.

Tlajomulco y la Zona Metropolitana de Guadalajara, es la avanzada estelar, pues para ellos, no somos el primer lugar en desapariciones en todo el país, son abducciones terrícolas para estudiar más sobre nuestra raza humana.

Terrícolas, ahí se ven, “larga vida y prosperidad vulcaniana” olviden el pasado, sus leyes anticuadas, no se fijen en detalles, pues el tutti fruti, le da sabor a la vida moderna, aunque sea confuso para la certidumbre y salgan con que el Código Civil no permite sin juicio el cambio de nombre y género. Solamente le estamos cambiando a 21 siglos la historia que ya era, como vuelve a ser ahora, sólo decían que eran tiempos paganos en que los Dioses Romanos o del Medio Oriente, reclamaban cultos y condiciones similares a las modernas, o sea avanzamos en círculo sin saber dónde empieza, o dónde termina.

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