Por: Alejandro Pineda
Cada que se acercan los procesos electorales observamos la aparición de actores sin ninguna experiencia, sin tener el conocimiento de lo que significa la política y el ejercicio de gobierno. Vemos con tristeza, como hombres y mujeres levantan la mano para ocupar espacios de representación como alcaldías, diputaciones federales y locales, regidurías y lo mismo sucede con los funcionarios de gobierno del ejecutivo estatal, del poder legislativo o judicial.
Lo más decepcionante de esto es, que a la hora de ocupar la silla, a la cual llegan en su mayoría por elección de los ciudadanos que salen a emitir su voto, con la confianza de recibir a cambio a la persona idónea para el cargo, surge una gran decepción. Cada día vemos más Alcaldes que se creen “inflencers” y descuidan su responsabilidad primordial, que es dotar a sus gobernados de lo más esencial: los servicios públicos de calidad. Diputados federales que se la pasan más ocupados acompañando y tomándose fotos con el Presidente de la República, que en sus curules debatiendo y presentando leyes mejores y más justas para los mexicanos y que decir de los Diputados locales, que se han vuelto masters de la selfie de cada reunión o evento al que son invitados, sin cumplir con su deber en el Congreso dando salida a iniciativas que tendrían un impacto directo y positivo en la vida de los jaliscienses; se la pasan yéndose por las orillas sin entrar en la materia, sin considerar la opinión y punto de vista de quienes representan. Regidores encasillados en sus oficinas, tirándose al piso como cualquier púber ante cualquier banalidad y asimismo, sin resolver la particularidad de su región, de las necesidades reales de la gente de su municipio; no, no es lo mismo Cihuatlán que Puerto Vallarta, ni tampoco Zapopan que Tonalá.
Esto es una constante cada 3 años en nuestros representantes. Se necesitan políticos de tiempo completo, políticos con visión de altura, políticos que tengan la voluntad de cambiarle la cara a la clase política que tan desprestigiada se ha tornado y, en el pecado se ha llevado la penitencia; ya que al rechazar al político demagogo se aceptó al ciudadano carismático pero sin experiencia ni noción de lo que significa servir a la nación, el sacrificio, las horas de investigación y debate, no las ocurrencias o corazonadas de lo que debería ser por encima de lo que es correcto hacer. Bien dicen que el primer acto de corrupción de un funcionario público es aceptar un cargo para el cual no está preparado y coincidimos todos, esto no es para el que le gusta, es para quien le entienda y pueda dar los resultados que se requieren.