Por Juan Carlos Hernández A.
El título es también un título de un libro de Joseph H.L. Schlarman, de la editorial Porrúa, aunque no escribiré sobre este magnífico libro, muy recomendable para saber la historia de México. Historia de la buena, de esa documentada con verdades y grandes aportaciones testimoniales. El tema es otro. Es una comparación de cómo este país tiene por doquier pequeños volcanes en los espacios públicos, volcanes que se suscitan en cualquier ambiente, sea político, social, económico y ni que decir de la inseguridad que desestabiliza un día con otro.
México es un país con tantas oportunidades, y con expectativas tan al alcance de todos; el punto es ponerse donde hay y tener la actitud de hacerlo. Por eso hay volcancitos, así chiquitos. No se genera riqueza intelectual con pobreza educativa, con presupuestos recortados, con animadversión, con peleas y discusiones inútiles que no llegan a nada que no sea la denostación, los dime y diretes.
Volcanes que prenden y apagan tan de repente y eso es con malas decisiones, malas conductas, meras intensiones que no aterrizan en la practica en lo que debería ser y hacer. No. Por ahí no es. Volcanes que arrojan lava caliente y genera el discurso para convencer, a unos y justificarse ante otros de los que no se puede solucionar, o de las intenciones que solo queda en eso, igual que un volcán que prende y apaga y echa fumarolas anunciando su pomposidad y majestuosidad y al final queda en una mera erupción leve.
Movimientos van y vienen, en la efervescencia política, social, así como meros volcanes que de repente sorprenden y hasta asustan, que logran la atención del público con un tema y otro, que unos crecen y otros se apagan, pues poco dura su luz, su fuego y otros quizá permanecen en la opinión pública por los efectos mismos del interés que provoca. Pero al final si acaso cenizas quedan, o roca volcánica y no más.
La situación actual no esta para admitir que estamos avanzando, que vamos bien y que todo fluye suavemente y sin preocupación de nadie. Solo vea en su entorno, los números, los datos duros, concretos, absolutos. Nadie con inteligencia puede sostener que hemos crecido como país hoy y aquí; avanzamos sí en otros sectores por el emprendimiento y sostenimiento de la iniciativa privada, de los pequeños comerciantes, de la sociedad civil organizada para producir; esfuerzos que se agradecen, estos son volcanes que avizoran crecer y hacer erupción para bien del país, que generen no solo humo y cenizas, sino que arrojen lava, que haga cause, que mueva a la sociedad en la virtud de trascender.
México tierra de volcanes, porque además los hay y maravillosos, fenomenales, majestuosos, imponentes así como su gente: el obrero, el campesino, el profesionista, la señora de la casa, el joven estudiante y cada ciudadano de esta sociedad que son parte fundamental del país entero; así como los volcanes hemos de ser vivos, fuertes y sobresalientes que, con humildad, hemos de aportar para bien de la nación lo que a cada uno corresponda. Usted hágale y aporte a este país, que necesita de sus talentos. Sea pues como los volcanes, activo, fuerte e imponente y llame la atención para hacerse notar hacia los demás.