La reactivación económica, la reapertura de negocios, establecimientos, áreas de recreación y otras actividades, aún con las anunciadas –porque no todos las acatan- medidas preventivas, ha generado el incremento en el número de contagios y lamentablemente de muertes por coronavirus en Jalisco.
Hasta el viernes pasado se tenían contabilizadas mil 340 muertes por esta causa; en marzo se registró la primera, el mes de junio cerró con mil 161 fallecimientos y en lo que va del mes en curso van 530. Las proyecciones de la Mesa de Situación de la Universidad de Guadalajara es que para septiembre se hayan sumado 8 mil muertes.
Ante el contexto mundial en el que se convirtió en una normalidad hablar de miles de muertes en España, en Italia, en Francia, en Alemania, en la Unión Soviética y en Estados Unidos, entre otros, en México parece natural ya también hablar de muertes por Covid-19 como si fueran simplemente números.
Si bien no estamos en una guerra armada, pero sí biológica, parece que nos hemos acostumbrado a registrar el reporte diario, a nivel nacional y local, del número de contagios y muertes al día. Pero lo que en lo personal es peor, es que hablamos de muertos como si, efectivamente, registráramos las bajas al día de una guerra armada. “¿Cuántas bajas tuvimos hoy?”, parece ser la pregunta diaria.
Pero esos muertos no son sólo números. No son números. Son vidas, son seres humanos, son miembros de una familia, son el padre, la madre, el hijo, el hermano, la tía o el tío, la abuela o el abuelo, que ya no están. Que no tenían por qué morir ahora, a causa de un virus, aún y cuando padecieran alguna de las enfermedades que agudizaron su situación física: hipertensión, obesidad o diabetes. En su futuro inmediato no estaba programado su fallecimiento. Pero hoy ya no están con sus familias.
Las autoridades responsabilizan de esas muertes a aquellas personas que no tenían una razón válida para estar en la calle, que lo hicieron por una causa recreativa, no laboral que era la justificada. Sin embargo, el gobierno es corresponsable de ello, porque al tiempo que convocaban al #QuédateEnCasa, anunciaban la apertura de parques y centros recreativos, de plazas y centros comerciales, de negocios y establecimientos no esenciales. Yo lo he dicho: era como darle una paleta a un niño y decirle que no se la comiera.
Los video regaños del gobernador Enrique Alfaro Ramírez eran tan absurdos cuando al mismo tiempo anunciaba la reapertura de espacios que invitaban a la gente a salir del largo confinamiento en que han estado. La contradicción en su máxima expresión. Tan irresponsable la actitud de los ciudadanos como la de nuestros gobernantes.
Pero, lamentablemente, las muertes continuarán, la reapertura de espacios públicos parece no frenarse, y la amenaza de apretar el famoso “botón de emergencia” parece no preocuparle a la ciudadanía. Hasta parece que el propio gobierno no se cree su propia amenaza.
Reitero: Los mil 340 fallecimientos por Covid-19 no son números fríos, son personas que dejaron una honda huella en su familia, no sólo por lo que significaban para ella sino porque ni siquiera la oportunidad de despedirlos tuvieron.
Dolorosa realidad, lamentablemente.