En el devenir de los años México ha superado otroras etapas de viejas prácticas donde lo que asomaba era un comportamiento inapropiado respecto a la honradez de la función pública federal, estatal y bajaba a lo municipal, “usos y costumbres” muy arraigados en la palestra de la cosa pública, en que se negociaba en lo “oscurito” cualquier cantidad de cosas imaginables y no.
Hace algunos años y ahora, en el presente siglo, toda proporción guardada, se da un vuelco de 380 grados, en el desempeño de soluciones en la administración en los niveles de competencia, y, son los organismos autónomos, que son entes de control del poder, los que también fungen como instituciones de control de posibles actos de corrupción los que vendrán a coadyuvar al orden público.
Pese a que, los problemas que enfrentan las democracias, en México y en cualquier lugar del mundo como pobreza, desigualdad, inseguridad y crisis económica, -agregue usted las que guste- han sido y son, aún y por desgracia, el “talón de Aquiles” que aún no se solucionan, pero si, de alguna forma se pretende solucionar, ojalá fuera pronto.
Lo anterior implica, no solo buena voluntad, sobre todo, acciones en conjunto con instituciones que hay, para velar por los intereses de los gobernados; no hacer del tema de la corrupción en donde sea que ésta exista, un discurso, un mensaje para ganar simpatías, no; es hacer un propósito sostenido en serio de no provocarla y sí combatirla, hoy, aquí y ahora.
Por otra parte es un hecho, cada vez es más frecuente ver como los partidos políticos además de sufrir una baja en su credibilidad, han ido perdiendo sistemáticamente militantes y la representación política en los parlamentos ha tenido déficits de credibilidad. En donde sea. A estos problemas, se les une un contexto de desinformación y noticias falsas cuya penetración se potencializa a través de las redes sociales y un ambiente de polarización política que divide a la sociedad.
Cómo hacer para recuperar lo que se ha perdido, pues la solución no será con una varita mágica, porque la praxis de la democracia no da soluciones mágicas; debe ser más bien con la credibilidad que se gana en el día a día con el quehacer diario en la función de las y los servidores públicos, sean de cualquier cepa política. Hoy se buscan soluciones, no pretextos, ni historietas, leyendas o cuentos.
Brindar soluciones prontas a problemas reales, no prometer sino, hacer, eso es lo que debe impulsar al servicio público. Con ello se blinda cada vez más la participación ciudadana, porque al solucionarse, y ayudar a un mejor nivel de vida, se hace gobernanza, pero no con dadivas o con paliativos de caridad, aportar a la certidumbre con verdad y desinterés de quienes pueden y dan las condiciones para resolver los grandes problemas de México a posteriori. Con hechos, no con mensajes, es como se combate y afronta a la corrupción. Y empecemos por la casa propia y de ahí hacia afuera. Querámoslo o no, somos parte de la solución, aunque no del problema.
Eduquemos otra vez, en principios, en valores, seamos vigilantes, pero también activamente responsables, no hay de otra, salimos a la calle, sin recoger nada o casi nada, proponer por los medios que tengamos al alcance, el país necesita de buenos ciudadanos, vendrán tiempos de prueba, estemos atentos.
Alea jacta est..! o que es lo mismo: La suerte está echada..!
*El autor es maestrante en Gestión Social y Políticas Públicas.