Opinión

Empoderamiento y participación de la mujer en la vida política

Por: Eva Avilés, regidora de Guadalajara por Morena

El camino ha sido complejo, para que las mujeres tengan mayor poder de decisión en los partidos políticos, espacios públicos y en los órganos del Estado para que tomen decisiones compartidas en cuestiones vinculadas con toda la población, tiene su historia en el México actual.

La reforma político-electoral del año 2014, fue un reflejo sobre lucha en la igualdad sustantiva (en cual la sociedad civil tomó parte fundamental en su estructura) que implicó la ejecución normativa para que la mujer al alzar la mano para su participación en el ejercicio efectivo del poder político y en el proceso de toma de decisiones en todas las esferas de la vida pública y política, fuese concretada.

Primero se estableció la igualdad de candidaturas de mujeres y hombres, pero no bastó. Después se aseguró fórmulas completas de mujeres o de hombres. También se estableció la igualdad de candidaturas en cada partido, en sus zonas más competitivas. Finalmente, se aseguraron las fórmulas mujer-hombre en las listas plurinominales.

Mas recientemente (en el año 2019) el siguiente paso significativo e histórico se dio al reformar los artículos 2, 4, 35, 41, 52, 53, 56, 94 y 115 de la Carta Magna para lograr la paridad de género en los órganos gubernamentales.

La lucha por la representación política ha sido larga y ha enfrentado momentos de éxito y dificultades, pero ante todo, es gracias al empoderamiento de la mujer y de su fortaleza e integridad para responder y velar por sus Derechos Humanos fundamentales, que ha establecido un parteaguas el ámbito público nacional y local

¿Por qué es importante que las mujeres lideren y participen en política?

La participación de las mujeres resulta esencial en la construcción de una nueva cultura política democrática que dé voz a las mujeres en toda su diversidad, incluyendo las mujeres indígenas, afrodescendientes, jóvenes, mujeres con disca- pacidad, etc. En ese sentido, es pertinente y oportuno que se promueva la igualdad de género y los derechos de las mujeres como elemento central y no tangencial en los procesos de las instituciones del Estado.

Romper el círculo que perpetúa unas brechas de género que impiden el desarrollo de una democracia plena y lograr una verdadera transformación son su objetivo. Como ha reiterado en esta región la ex Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, Michelle Bachelet, “cuando una mujer entra en política, la mujer cambia, pero cuando muchas entran en política, cambia la política”. Cuantas más mujeres lideren decisiones gubernamentales, tendremos más posibilidades de que las agendas públicas incorporen medidas, mecanismos y políticas que transformen los roles, estereotipos, prejuicios y factores estructurales que están en el sustrato de la desigualdad de género.

No es infrecuente que, en los debates a favor de la paridad, se recurra a cuestionamientos sobre algo tan esencial como por qué es importante que las mujeres participen y lideren en la toma de decisiones políticas de sus respectivos países o comunidades. Se puede resumir las razones en tres argumentos principales.

En primer lugar, se alude al argumento de la democracia representativa; incluso de legitimidad democrática. En efecto, la democracia debe representar a todos los grupos de la sociedad y las mujeres constituyen la mitad de la población, en términos generales.

Por supuesto, la legitimidad del sistema no sólo deriva de la presencia física de las mujeres en esos espacios, sino de las oportunidades efectivas que tengan las mujeres electas para representar los intereses de millones de personas.

El segundo argumento se refiere a que la participación paritaria de las mujeres (como votantes, como candidatas y como representantes electas) conduce a mayores perspectivas de desarrollo, de democracia efectiva y de buen gobierno. Además, la participación de las mujeres aporta ideas y formas de actuar diferentes – o, por lo menos, complementarias a las de los hombres – en el proceso de toma de decisiones ante los retos que plantea la sociedad.

En tercer lugar, existe un argumento muy poderoso para promover que las mujeres ocupen altas responsabilidades en política: su efecto multiplicador para empoderar a más mujeres en todas las esferas de sus vidas.

El reto por todo lo anterior, es impulsar un nuevo equilibrio social entre mujeres y hombres, en el que ambos asuman responsabilidades compartidas en todas las esferas, públicas y privadas. Seguir mejorando y modificando los procesos legales para concurrir a la vida pública y política es tarea de todas y todos.

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