Opinión

EL NUEVO MUNDO-2020

Por Abimael Montúfar

El futuro nos ha alcanzado no sólo como sociedad, sino como ecosistema global.
Si bien las condiciones determinadas al momento de surgir el SARS-COV-2 y su eventual propagación pandémica, nos han mostrado la estrecha conexión que existe en el mundo, a través de diversos sistemas naturales y sociales; en la realidad tangible es posible afirmar una imperante segregación transversal en dichas esferas. Somos testigo pues, de la fragmentación de un modelo que quizás nunca funcionó.

Durante un largo tiempo, el desarrollo científico y tecnológico giraba en torno a la vanguardia armamentista y militar, siendo el rubro «bélico» el motor de la innovación. Lo anterior, podría ser considerado un indicador acerca de cuál era la percepción del mundo en diversos campos; intuyendo que el dominio y el poder figuraban como una necesidad para “el desarrollo”.
El otro lado de la moneda
Frente a esta crisis que atraviesan nuestras sociedades, se han agudizado diversas desigualdades y por consiguiente, la necesidad inminentes para lograr un bienestar colectivo.
Así, este macro-objetivo, podría ser alcanzado y materializado no sólo a través de las acciones de gobiernos y grandes corporaciones; sino que sale a la superficie, que las acciones individuales tienen un impacto directo sobre nuestros entornos. Cuya aplicabilidad también abarca el activismo para encender la conciencia sobre las personas que forman parte de nuestros círculos de incidencia.
Trascender – en conjunto
Quizás, la pandemia por sí misma no representa el derrumbe de las estructuras sociales y corporativas que han regido el rumbo; pero sí representa la posibilidad de evolucionar y trascender hacia nuevas formas para construir mejores escenarios con una visión colectiva.
El momento es ahora: la vorágine de la actualidad [cuya acción en cadena ya ha mostrado los estragos en los escenarios social, económico, institucionales, de salud, entre otros], requiere la puesta en marcha de mecanismos de avanzada que hagan frente a las condiciones adversas y sentar las bases hacia sociedades resilientes.
De forma destacada, las y los jóvenes, podemos ser parte de las estructuras que requieren ser edificadas con fortaleza para resurgir; pues hemos sido testigos de grandes transiciones en nuestros entornos (vivimos en carne propia los grandes avances tecnológicos en la cotidianeidad, por ejemplo).
En nuestra experiencia de vida, hemos sido agentes y testigos de cambios drásticos en diversos rubros, como la transición tecnológica y los cambios con respecto a la generación de nuestros padres y abuelas. Estas condiciones nos sitúan en una posición destacada para encender la luz de la conciencia sobre nuestros pares y sobre las generaciones en crecimiento.
En síntesis, los deseos utópicos de cambiar al mundo hoy encuentran un camino para materializarse; nuestras herramientas son el ingenio, la imaginación y la creatividad. Ascender a un entorno donde el bienestar colectivo sea la constante, es posible empleando en el activismo y en el emprendimiento además la máxima que dicta «actúa local, piensa global”.

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