A las pocas semanas de que Omar García Harfuch asumió la titularidad de la Secretaría de Seguridad Ciudadana en la Ciudad de México, invitado por la jefa de Gobierno, Claudia Scheinbaum, pronostiqué en mi cuenta de Twitter que ante la eventual renuncia de Alfonso Durazo a la Secretaría de Seguridad federal para convertirse en candidato de Morena a la gubernatura de su natal Sonora, a quien pondría en primer lugar para sucederlo era precisamente a Omar.
Pese al atentado en su contra del pasado viernes, mantengo mi apuesta llegado el momento y si se dan las condiciones señaladas para ello.
El atentado contra García Herfuch se “cocinó” apenas dos semanas antes cuando se reclutó a los sicarios que lo llevaron a cabo, pero las razones del mismo se fueron sumando desde que como parte del equipo de seguridad en los gobiernos de Felipe Calderón y de Enrique Peña Nieto asestó fuertes golpes a la delincuencia organizada.
Nieto del general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa durante el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, e hijo de don Javier García Paniagua, secretario de Seguridad y Vialidad del entonces regente Manuel Camacho Solís, durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, Omar García lleva en la sangre no sólo la tierra jalisciense sino una formación férrea, disciplinada, de lealtad y, principalmente, de resultados.
Como titular de la Agencia de Investigación Criminal de la entonces Procuraduría General de la República durante el gobierno de Peña Nieto y en los inicios del actual
de Andrés López Obrador, García Harfuch detuvo a integrantes claves de diversos cárteles del crimen organizado y desmembró a bandas de delincuentes de la Ciudad de México coludidos con aquellos.
Sin duda alguna que estos golpes a la delincuencia le ganaron la animadversión de la misma y lo colocaron como el principal “blanco” para llevar a cabo lo que ejecutaron el viernes pasado, pero del que salió bien librado, apenas con unas heridas por una bala que le dio en el brazo y las esquirlas en una pierna.
García Harfuch se ha caracterizado por su seriedad –heredada del abuelo y el padre-, por su bajo perfil público, aún en los medios de comunicación, no obstante el cargo que ostenta; y por su discreción, como deben tenerla quienes son responsables de la seguridad de una ciudad, de un estado o del propio país.
El atentado sufrido en pleno Paseo de la Reforma en la capital del país, enciende las alarmas y obligará al propio gobierno de la Ciudad de México, a los demás gobiernos estatales y hasta al mismo
gobierno federal, a estar alertas, mucho más de lo que pudieron estar hasta antes del viernes, ante la arremetida que pudiera dejarse venir después de la fallida agresión en contra de Omar García.
El gobierno de Jalisco no debe subestimar lo sucedido y creer que por ser el crimen organizado una responsabilidad del gobierno federal, aquí en el estado no puede suceder un hecho similar, se estaría equivocando.
La magnitud de los hechos lo obliga a actuar con cuidado, con responsabilidad y con precisión, principalmente para salvaguardar la seguridad y la vida de los jaliscienses.