Por: Cristina Brambila
Se están cumpliendo ya nueve meses de que se declaró como pandemia la enfermedad causada por el CORONAVIRUS en nuestro país y concretamente en Jalisco, cuando no habían más de dos casos identificados se dictó confinamiento, cierre de negocios y espacios públicos de gran aglomeración.
El pánico se sentía en las calles, las llamadas de alerta por parte de las autoridades Estatales y Municipales en Jalisco eran constantes, anunciando cada semana “los días más críticos de la enfermedad”, recuerdo avionetas circulando por las colonias de Zapopan pidiendo no salir a las calles, recuerdo como se monitoreaba cada caso reportado como sospechoso de contagio por parte de las autoridades de salud, sí, me sentía orgullosa y protegida por contar con un Gobierno eficiente haciendo frente a este virus.
Después con la necesidad de reactivar la economía se fueron relajando las medidas, de pronto todos teníamos un conocido con el virus, la mayoría asintomáticos o con síntomas leves, se fue normalizando la situación y poco a poco el miedo se fue desvaneciendo.
Hoy a nueve meses desde que el COVID-19 llegó a nuestro país, México tiene una tasa de letalidad de 10.2%, la más alta entre los países con más casos y la segunda en todo el planeta.
Es verdad que las restricciones a los negocios por parte del Gobierno no podían continuar, es verdad que lo que toca después de la apertura de estos espacios es “la etapa de responsabilidad individual”, pero también es verdad que es responsabilidad del Gobierno regular los espacios que se les permite abrir, sancionar y hacer valer las medidas impuestas para salvaguardar la salud de los que conviven en dichos espacios.
Hoy conocemos de casos en las mismas oficinas de Gobierno con más de 3 o 4 casos confirmados de personas infectadas por el virus, sin seguir el más elemental protocolo de higiene y sanidad como es el de determinar confinamiento obligatorio a las personas de la misma oficina con quienes tuvieron contacto, ahí si tomo la delantera la iniciativa privada, pues la gran mayoría están respetando el “home-office” e incluso podemos ver bancos cerrados hasta por 15 días por algún caso confirmado por COVID en alguien del personal.
Hoy a nueve meses de la pandemia, si hay mucha preocupación, mucho temor, pero hay también mucho hartazgo, mucho cansancio, incluso las madres afortunadas que cuentan con alguna red de apoyo y no han tenido que sacar a sus hijos de las escuelas por tener que ir a trabajar, están al borde del colapso, pues en la inmensa mayoría de los casos, son los abuelos quienes atienden y apoyan a los niños en el “home-school” y cada vez va siendo menos posible convivir con los adultos mayores, entonces se van agotando los medios, los recursos y las energías.
Hoy podemos decir que estamos viviendo el peor momento de la pandemia, tomando en cuenta que las personas que se infectan de COVID en México y se les complica por alguna condición física tienen pocas probabilidades de sobrevivir.
Volvamos un poco la mira a ese 16 de marzo que veíamos con miedo este momento, no para entrar en pánico, pero si para tomar conciencia de la situación, por nosotros, por nuestros seres queridos y por un personal médico que se encuentra ya muy cansado pues ven esta situación como interminable.